viernes, 30 de diciembre de 2016

2016, un año de luces y sombras


Hay años redondos, que acaban y piensas: "buf quiero otros 365 días así". Otros que nunca ves cuando van a acabar. Y otros en el que la sensación es de amor-odio, un sentimiento agridulce, momentos de sombras combinados con otros de luces de felicidad que no sabes cómo definir. Así ha sido mi 2016.

Empezó mal. Fatal. Nunca he llevado bien las pérdidas y mucho menos las de la gente luchadora, sonriente y valiente con la vida. Esa gente que sabes que le ha llegado el momento pero que te parece tan injusto que no lo quieres creer. En fin, te echamos de menos, Vicente. El año no quiso parar de llevarse gente: abuelos, abuelas, tíos de amigos... Demasiadas para un solo año y suficientes para darte cuenta que te haces mayor y eso se nota.

Pero bueno no todo fue malo. Y menos mal. El 2016 ha traído consigo también muchos momentos que se quedan en la retina. Por mencionar algunos me quedó con un árbol de bengalas en forma de tarta en el que detrás aparecían resplandecientes Aroa y Javi, las lágrimas de emoción de mi prima Cristina mientras leía, el "se va a caer el niño" mientras lo daban todo María y Raúl y las risas con las fotografías absurdas con César e Inma. Y para mi el más especial -con todos mis respetos, por supuesto- el momento en el que Nico cortaba la tarta con la espada de Gandalf y al mirar a mi alrededor veía a casi todos aquellos que más quiero. Y si seguro que a estas alturas os habéis dado cuenta que todos esos momentos pertenecen a bodas. Porque, efectivamente, ¡este ha sido el año de las bodas! Muchas pero nunca suficientes si eso consiste en ver a amigos y familiares felices y compartir grandes momentos con ellos.

Tampoco me olvido de la travesía a, literalmente el culo de España, donde no solo vi Orcos y Hobbits sino también descubrí con lo poco que se puede ser feliz y la infinita hospitalidad del ser humano. ¡Qué gran aprendizaje de Whiri!

Por supuesto mi mención especial también a todas esas buenas noticias en torno a las vidas que han traído este 2016 ¡Y las que están por venir! Porque espero que 2017 llegue muy cargado de esa felicidad para muchos que así lo desean :-)

Y acabo deseando seguir siendo el burrito sabanero que cada año recorre el camino de los días con aquellos que, aunque no siempre les vea, están ahí. Gracias a todos. Nos vemos en un 2017 que promete ;)





viernes, 23 de diciembre de 2016

Mi vida en un autobús

10 años en Madrid dan para muchos viajes en bus. Haciendo una media más o menos aproximada puedo decir que he estado unas 600 horas dentro de estos vehículos.

Muchas horas que dan para mucho. Dan para recuperar sueño (de eso dan fe michos como María, Cris, Alberto...), ver películas, volver a utilizar el iPod que tengo con la misma música de hace 10 años, aprovechar para ponerse al día o pensar. Darle muchas vueltas a todo tipo de temas, imcluido lo que escribo ahora mismo :)

No todos los viajes han sido placenteros ni por motivos agradables pero en cualquier caso han sido momentos para volver a mi Bilbao querido y eso siempre vale la pena.

Y quizás debo agradecer (no sé si es demasiado decir) a esas cientos de horas porque han sido claves en muchas ocasiones. Esenciales para ordenar ideas, para dar prioridad a temas que se van dejando o para añadir más locuras a la que mi mente ya genera a diario. Pero todas ellas horas conmigo que no podría haber aprovechado de otra manera. Es la única forma que encuentro de sacar partido a este tiempo y el que me queda. Así que a seguir pensando y ordenando.

viernes, 16 de diciembre de 2016

¿Y si hubiera nacido hombre?

Seguramente si mis crosomonas hubieran dado lugar un hombrecito, nunca me estaría haciendo una pregunta como la del titular. Pero decidieron ser XX por lo que mi mente da vueltas sobre un tema algo recurrente en este blog.

No tengo una bola para saber cómo hubiera sido mi vida como un hombre pero estoy segura que sería muy diferente a la actual. Ni mejor ni peor sino diferente. 

Nunca hubiera tenido que escuchar aquello de "que poco femenina eres", "vaya palabras para una dama" o "una señorita no se comporta así". Al contrario, mis verborrea impulsiva hubiera sido un arma quizás hasta chulesca para demostrar lo hombre que soy. Incluso llegaría más lejos pudiendo usarlo como virtud para ganarme a un auditorio de machos o usándolo como un arma de galanteria ante una femina. Pero soy mujer.

Podría pedir una cerveza o la cuenta en un restaurante y que el camarero me lo diera a mi, no a mi acompañante hombre. Pero soy mujer.

Nadie me hubiera preguntado por qué no me gustan los tacones o los pendientes. Directamente no los hubiera llevado y todo sería normal. Pero soy mujer.

Nadie me hubiera acusado de fresca al vestirme con ropa ajustada o enseñando un poco de carne. Nadie se hubiera parado a mirarme las tetas mientras le pregunto por una calle o no hubiera tenido que oír cosas como "que bien lo hicieron tus padres" "ven chocito" o "vaya dos par de herencias". Pero soy mujer y son gestos que deberían sonarme como un halago.

No pasaría nada si dijera que no me gusta ir de compras, que me asquea el mundo rosita impuesto y que soy capaz de tardar menos (bastante menos que un hombre) en arreglarme. Pero soy mujer y eso no está bien. 

Soy mujer y me toca vestirme como tal, comportarme así y evitar decir ciertas cuestiones porque parece que es lo que toca por convención social. Menos mal que hace mucho que decidí que el hombre que hay dentro debe salir para bien o para mal. O para demostrar que podemos -y debemos- ser más iguales de lo que nuestros cromosomas se encargan de establecer.


sábado, 3 de diciembre de 2016

El final del principio


Diciembre es el mes del final del principio. Un mes de cierres, de resúmenes y donde todos los buenos deseos para el año siguiente se formulan. Pero para mi es este mes de diciembre es mucho más. Son 31 días que siempre han sido especiales y más este año que cierro una etapa.

Seguramente para el común de los mortales nada signifique que en poco menos de ocho días deje los ventitodos para pasar a los 30. El final del principio. Un número más entre muchos pero que se me antoja como algo más que eso.

Todavía no me acostumbro a esa cifra que está al acecho y retumba en mi cabeza una y otra vez. Un número redondo que no me gusta pero que prefiero verlo como un desafío que me traerá muchas cosas buenas aprovechando la nueva década. Un cambio en el que nada cambiará, al menos, exteriormente pero donde me marco retos personales.

Sé que me costará acostumbrarme pero prefiero verlo como me dice Nico como un número más que en otros formatos de medición no es tan gradilocuente. Así será 1E en hexádecimal o 11110 en código binario. Visto así cuesta menos acostumbrarlo a este principio del fin.

jueves, 17 de noviembre de 2016

El momento

Ella le miró. Él miró. Y no hizo falta nada más. Ni una fotografía en Instagram, ni un estado de Facebook para decir aquello que llevan tanto tiempo sin decirse pero sabiendo. Aquello que solo esas miradas intensas saben decir. Aquello que las palabras estropearían. Ni más ni menos.

Y justo ese momento fue suficiente para saber que esos 20 años de vacío, de esperas, de ausencia de respuestas a la preguntas dichas al aire y de sentimientos encontrados habían valido la pena. Necesitaban seguir juntos otros 20 más. Solo así podrían seguir encontrando ese momento perfecto en el que sus miradas decían todo sin decir nada.

Segundos después volvieron a coger el móvil para atender a sus vidas sociales que apremian respuestas, me gustas y bandejas llenas de correos electrónicos. El momento ya había pasado y nadie más sabe cuándo volvería a llegar.

Texto inventado

sábado, 5 de noviembre de 2016

Viajar


No puedo mentir. He tenido la gran suerte de viajar, de ver mundo, de explorar, incluso cuando todavía ni sabía apreciar las virtudes de ir más allá de mi zona de confort. Una fortuna que cada vez valoro más y necesito más.

Si viajar es caro, también cansado y a menudo te obliga a prescindir o sustituir muchas cosas. Pero ver otras historias, otras vidas, otra forma de pensar me ayuda a valorar mucho más si cabe lo que tengo, lo que me gusta mi gente, mi país o mi cultura y lo que aborrezco de ella. Porque abrir los ojos hacia nuevos mundos también significa criticar lo tuyo con más ahínco.

Y es que con cada viaje me traigo nuevas experiencias, reflexiones o ideas en esa cabeza pensante que solo es una más entre millones. Cada viaje me enseña que puedo vivir con mucho menos, que la desconexión es tan vital como la conexión, y que todavía hay esperanza para la humanidad porque las formas de vivir son muchas y variadas.

Quizás lo que cuento son desvarios, ideas de mañana de sábado madrugadora sin razón, pero que para mi tienen tanto sentido que llevo días revoloteando sin encontrarme en mi vida cotidiana después de un viaje con mayúsculas. Un viaje de estos que te hacen replantearte tu forma de pensar y actuar y te invitan a ser mejor persona, a disfrutar más de los pequeños detalles y a intentar frenar ese trepidante día a día donde parar parece que no está permitido. Un viaje que me ha vuelto a demostrar que menos es más, que no me hace falta ni un palacio para vivir ni un smartphone para disfrutar. Solo un par de ojos para ver, oído y tacto para sentir y alguien al lado para disfrutar.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Los hombres y las bodas

Por Nicolás Cruz Martínez

Soy el ya marido de Vero, a ella ya la conocéis de escribir sus ideas y pensamientos en este blog intentando ofrecer su visión del mundo sin tapujos. Y ya que dispone de un espacio así, voy a aprovecharlo para hablar del papel del hombre en una boda.

Me gustaría empezar explicando lo que sientes cuando empiezas a preparar una boda. Llegado el momento de visitar restaurantes o sitios para otros elementos de la boda, ya ves de primeras como el comercial va directo a la mujer. Es muy llamativo porque en cualquier otro contexto es al revés, pero aquí empiezan a hablarlas de un sin fin de detalles que a mí me parecen absurdos pero que acaba engatusando a la chica, como por ejemplo tener no se cuantos adornos extra para la boda, un coche de lo más fashion para hacer la entrada, unas invitaciones realmente cool y a la moda o cualquier extra que normalmente suele costar un dineral. Tengo la suerte de que mi chica es Vero y no suele caer en tontadas de estas, pero como al final el comercial habla con ellas, y por mucho que intentes entrometerte no te hacen ni caso, al final la que va tomando decisiones es ella. Así que como podéis imaginar en esos momentos yo me sentía como... un hombre plumero tal vez. Pero era nuestra boda, y me parecía desaprovechar una ocasión increíble en la que iba a invertir un montón de dinero y en la que iba a reunir a gran parte de mi familia y amigos como para no plantearme la boda como nuestra gran fiesta, la cual nosotros decidiríamos cómo sería. Así que me puse a pensar en cómo quería que fuese.

Y la verdad, cuando ambos tomamos las riendas de nuestro evento, el concepto de boda cambió radicalmente, pasó de ser ese evento encorsetado y lleno de parafernalias estúpidas, a una posibilidad de mostrarle a nuestra gente nuestra forma de ser, nuestros gustos, lo que amamos, y buscar con ello la diversión para disfrutarlo entre todos. Fue así como empezamos a diseñar nuestra propia invitación, plasmando en ella nuestra forma de ser, aunque fuese con cosas que nunca se ponen en una invitación. Preparamos un photocall, carteles de autobús, los regalos que íbamos a dar, confeccionamos un menú sin los sobre explotados solomillo y merluza, de hecho incluso tuvimos un plato con migas manchegas!!, y también un buen bacalao de Bilbao, justo los lugares que marcan nuestras raíces y unos platos que realmente nos encantan. De esta forma toda la preparación de la boda fue algo así como un juego, que aun así es costoso y lleva su tiempo, pero que se disfruta y se hace liviano.

Y finalmente, llegó el día de la boda. Previamente, tuvimos nuestras dudas. ¿Le gustaría a la gente todas nuestras chorradillas? Pero pronto salimos de dudas. Tuvimos una ceremonia oficiada por una amiga que fue justo lo que queríamos, después comimos y disfrutamos con todo el mundo sin parar quietos, hicimos un baile totalmente personal, en definitiva una fiesta a nuestro gusto y que pudimos ver que la gente disfrutaba y, sobre todo, apreciaba, porque veían en ella detalles personales y guiños hacia ellos que creo, les hacía sentir parte de una celebración de todos.

En definitiva, me lo pasé en grande preparando la boda, la disfruté en todo momento, y me quedé satisfecho sabiendo que habíamos preparado una gran fiesta, que y no un evento caro y ceñido a unas tradiciones e ideas que desde luego cada vez veo más como la forma que tienen de vendernos la moto y no dejarnos disfrutar con nuestro gran día. Y yo formé parte de todo ello, tanto como Vero, algo que echando ahora la vista atrás veo que ha merecido realmente la pena.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Gracias y enhorabuena

Confío plenamente en que a cada cerdo le llega su San Martín y que hay alguien en algún lugar que nos tiene preparadas cosas dependiendo de nuestros actos. Destino lo llaman algunos, suerte otros pero sea lo que sea algo o alguien lo coordina para que haya un equilibrio. Y hoy ese algo me ha dado la razón o más bien, se la ha dado a una gran persona.

Después de muchos meses de mierda en los que parecía que no había luz, de repente ha llegado. Un cúmulo de buenas noticias para una mujer de esas que eliges. Un amiga que siempre tienes cerca aunque esté lejos. De las que le puedes decir las cosas sin miedo al que dirán. De las que da consejos sinceros aunque duelan. De las que cualquier cosa que digas sobre ella serán buenas palabras porque su corazón es tan grande que no puede salir nada malo.

No ha sido una época fácil, ha costado que el orden llegue al caos en el que habían convertido su vida pero finalmente lo ha hecho. Y de la mejor forma. Con buenas noticias que solo le ocurren a las buenas personas, a aquellas que el sino tiene preparado obstáculos que se salvan con sonrisas y mucho mucho tesón y profesionalidad. 

Por ella me alegro hoy infinito. Porque no solo ha dado carpetazo a una etapa sino que ha demostrado a todo el mundo que se puede levantar con más fuerza, que de todo se sale y que, al fin, los buenos siempre ganan, aunque los malos sean muy malos y pongan muchas dificultades.

Por ella y porque todo lo que ha hecho por mi, va mi particular homenaje hoy en este rinconcito. Sé que lo apreciará, aunque también sé que no tengo vidas para agradecerle todos los momentos que me ha dado. Gracias y enhorabuena a partes iguales.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Cómo la AECC no quiso nuestro donativo

Estaba deseando publicar este post. Una entrada que no se si cambiará mucho pero por lo menos servirá para denunciar lo qué me ha pasado. Un granito que puede hacer montañas.

Todavía no me creo lo que nos ha pasado pero os aseguro que es tan cierto como que ahora mismo estáis leyendo estas líneas: la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) pasó literalmente de una donación. Lo explico.

Resulta que me casaba -o sí, me he casado- y queríamos que nuestro obsequio para los invitados fuera algo más que una figurita para limpiar el polvo. Entonces pensamos en donar algo a una ONG y dar una tarjeta a los invitados de recuerdo. Hasta ahí todo normal.

Contactamos con la AECC porque nos parecía una asociación con motivos más que de sobra para apoyar. Llamamos por teléfono y pedimos información, nos remitieron a un contacto electrónico que después de muchos días de espera nos respondió.

Cuando por fin conseguimos que nos pasarán información -después de un par de correos vagos-, nos hicieron llegar un pdf con la información poco actualizada. No le dimos mucha importancia. Es cierto que estas asociaciones están integradas por gente voluntaria - y solo algunos contratados en nómina- por lo que decidimos facilitar las cosas: nosotros nos encargamos de diseñar e imprimir la tarjeta que daríamos a los invitados. A cambio tan solo pedíamos la información pertinente para poner en la tarjeta (logo, número de teléfono y url por ejemplo) además de un número de cuenta para hacer el ingreso.

Pues cual fue nuestra sorpresa que después de explicarles que nosotros nos encargaríamos de todo, su respuesta literal vía email ya que es el medio al que nos remitieron continuamente fue:
Lo siento no lo podemos hacer.
¿Perdona? ¿Qué es lo que no podéis hacer? ¿Recibir una donación particular? ¿Aparecer en una tarjeta de boda? Como no lo entendía más cabreada que contenta pero intentando ser un poco empática les escribí un nuevo correo exigiendo una explicación, al menos, para entender por qué no podían cruzarse de brazos y esperar una donación. Esa respuesta nunca llegó.

Por suerte o por desgracia sé cómo funcionan las ONG y sé que hay muchas muchas muchas personas buenas que aportan más de lo que pueden. Seguramente nos toco lidiar con una no tan responsable o comprometida que prefirió no complicarse la vida -aunque no sepa cual era la complicación-. En cualquier caso, lo que más me duele es que la AECC se quedó sin esa donación que seguro que tanto podía ayudar.

Como contrapartida y como siempre de algo malo surje algo bueno, este bache -y mi amiga Lorena- nos ayudaron a conocer otra ONG donde todo han sido facilidades y buenas palabras desde el inicio. Se trata de la Fundación Aladina a la que me enorgullezco de haber donado y con la que espero seguir trabajando para que la unidad de oncología del Hospital Infantil Niño Jesús (Madrid) sea un lugar un poquito más amable. Si vosotros también queréis, tenéis toda la información en www.aladina.org.

viernes, 2 de septiembre de 2016

¡Vivan los novios!

Mi amiga, mi compañera, mi confesora, mi madre a ratos y mi hermana mayor en muchos otros pero ante todo María. Esa chigui que hoy oficialmente y mañana de forma mucho más especial celebrará que la vida sigue, que la vida siempre nos tiene preparados grandes momentos y que podemos -y debemos-seguir sonriendo siempre ante todo lo que está por llegar.

Me es difícil encontrar las palabras adecuadas para expresar aquello que quiero. Para aglutinar tantas experiencias, emociones, sentimientos y vivencias en las que, de una forma u otra, María ha sido testigo, parte o consejera. Tantas situaciones que ahora se concentran en un momento mucho más especial en el que quiero que llegue pero no que pase para no perderlo mucho.

No solo una gran persona seguirá compartiendo tu proyecto de vida como hasta ahora pero con un papel por el medio sino que además el peque añadirá más alegría para consolidar una familia de la que solo tengo buenas palabras. Una familia a la que le deseo tanta felicidad que no sepan si viven o sueñan.

Así, sirva este humilde espacio como una forma más de dar mi más profundas felicitaciones y volver a decir: ¡Qué vivan los novios!

viernes, 26 de agosto de 2016

Dos calles Madrid y un Madrid de verdad


Es curioso ver como ciertas palabras significan en tu vida más de lo que a priori pensabas. Una de ellas es Madrid; aquella calle o más bien, plazoleta llena de coches en Basauri donde aprendí a patinar y patiné durante horas y días infinitos, en la que dibujaba casas imaginarias en el asfalto con tiza previamente pedida a una tienda de molduras de yeso de la misma calle y un lugar en el que siempre era buen momento para jugar. Después esa misma plazoleta pasó a ser un parque de verdad; una zona peatonal con columpios que para mi perdió todo el encanto pero siguió siendo mi calle Madrid, aquella que marcó mi infancia.

Lo que sabía era que años después Madrid sería mucho más que una plazoleta. Sería una ciudad que me acogió con los brazos abiertos, pese a mi rechazo inicial. La capital en la que conocí gente fabulusoa y en la que viví 8 años claves de mi vida personal y profesional. Todavía es una ciudad que miró con añoranza y cariño desde los 15 kilómetros que me separan pero a la que acudo a diario para seguir amándola en muchos momentos y odiándola en unos pocos.

Pero ahí se quedarían las coincidencias si no fuera porque Madrid no solo es un lugar significativo para mi sino también para el ripense que es mi compañero de aventuras, amigos, amante, confidente y futuro marido. En su querido Rivas Vaciamadrid, él también jugó, creció y, en definitiva, vivió en otra calle Madrid que compartía similitudes, al menos, en el uso que le dabamos al espacio.

Quien diría que 25 años y pico después esos dos niños que jugaban a más de 400 kilómetros se iban a juntar. Benditas casualidades. Benditas palabras y por supuesto, bendito Madrid.


domingo, 10 de julio de 2016

Me duele

No creo que sea la persona más moderna del mundo -para ello tendría que ser hipster, vegana y no sé cuántas cosas más- pero confío plenamente en los derechos y libertades de cada persona e intento que siempre vaya eso por delante antes que mi opinión o perspectiva de la vida.

Pero a veces es taaaan difícil cumplir con esta ética de vida. Sobre todo, cuando ves que lo que se supone que está más que asentado en la sociedad, no es más que una ilusión óptica. Conceptos o actitudes que deberían estar extinguidas son todavía una realidad muy presente y no precisamente en aquellos adultos de 50 años para arriba donde por desgracia pocos cambios habrá, sino también en jóvenes de 15, 20 o 30 años que son el futuro de esta sociedad. Y eso es lo que me duele.

Me duele, y mucho, que todavía tenga que ver que los celos son un arma de coacción en adolescentes, que las mujeres sigamos igual de sometidas por modas, dietas o todavía, hombres y sobre todo, me duele que la libertad de la que tanto alardeamos en un mundo moderno y abierto sea solo una máscara para seguir consolidando viejas tradiciones. Pero no solo que suceda sino que haya una parte de la sociedad que lo permita y hasta lo fomente. Y no hablo de hombres o mujeres aislados sino de esos que van en el metro cada día junto a nosotros o nos saludan en el ascensor. Esos ciudadanos normales y corrientes; mayores y pequeños; feos y guapos; españoles y árabes. Esos.

Y, como decía al inicio, quizás no soy la más indicada para dar lecciones a nadie. De hecho, intento no darlas porque entiendo que eso también es libertad. Pero sigue doliéndome profundamente ver este tipo de actitudes, comportamientos, reacciones confesiones o tradiciones seguidas a pies puntillas entre mis coetáneos y esos que serán los que paguen mis futuras pensiones. Por supuesto, también me duele verlo entre los más mayores pero quizás a ellos ya se les ha pasado la edad de entenderlo y lo siento, me siento incapaz de quitarles la ilusión ante ciertas cuestiones que en otro momento hubiera evitado.

Despedidas con sabor a punto y seguido

Dicen que las despedidas de solteras son obscenas, estúpidas y quizás hasta pasadas de moda pero he de reconocer que me encantan porque son momentos de disfrute, momentos únicos, divertidos y mágicos que finalmente son los que quedan en el recuerdo y nos hacen sonreír con el paso de los años.

Sin embargo, mis despedidas me han aportado mucho más que todo lo que pensaba en un inicio. Más allá de los pitos y las tetas que han abundado, he descubierto que soy una afortunada por tener tanta gente a mi alrededor que me quiere, me escucha y se organiza con un solo fin: hacerme pasar un gran momento. ¡Y cuánto!

Soy muy consciente de que organizar una despedida es algo harto complicado. Poner en orden ideas, aglutinar personas en un proyecto común y conseguir que en ese camino no haya discusiones, bajas o malosentendidos ya es toda una proeza. Sin olvidar que es un desembolso económico que aunque parezca menos importante, también lo es. Por eso, es lo primero que quiero destacar: la gran organización y derroche de ideas de todas ellas en las que se han involucrado gente de muy diversa índole. Agradecer a esos minutos de reflexión, incluso de aquellos que sé que no han podido estar.

Pero no solo eso. Me ha sorprendido como todas llevaban una seña de identidad: la personalidad. De una forma u otra en todas he visto cómo tenían dosis de imaginación para conseguir agradar. Incluso he visto cómo ciertas personas han hecho cosas que no estarían dispuestas a hacer en condiciones normales. ¡Y todo por mi! Esto son palabras mayores que llegan con los ojos cristalinos.

Sinceramente nunca pensé que estas cuatro grandes citas que he vivido fueran a significar tanto y demostrarme tanto de amigos y familiares. Desde el peine comprado para peinar mis melenas púbicas, los momentos vendiendo galletas en el Retiro hasta llegar a vestir a otro futuro de novia o la celebración de una boda medieval.

Reflexionando un poco más allá abogaría por cambiar el nombre de estos momentos. Para mi poco han tenido de despedidas sino más bien de puntos y seguidos que me hacen querer con más ahínco a todos aquellos que se han involucrado, que han puesto su granito de arena, que se han movilizado y que han aguantado millones de WhatsApps o correos electrónicos -eso también digno de alabar-. Puntos y seguidos que me dan más fuerza para seguir creyendo que la amistad y los ratitos buenos son vitales para continuar en esto que llaman vida.

Podría estar todo el día agradeciendo y poniendo en orden todo lo que me han hecho sentir estas celebraciones pero creo que mejor me quedo con estas cuatro fotos y digo: ¡Vivan los organizadores! e infinitas gracias.

¡¡ Eskerrik asko!! 

 






sábado, 2 de julio de 2016

De camellos, shimmy y mayas


Podría decir que los camellos, shimmy y mayas son tres pasos de danza del vientre pero realmente para mi son mucho más. Son coraje, son autoestima, son aprendizaje y son afán de superación. Porque eso es todo lo que me han hecho sentir en siete años -qué vértigo me ha dado cuando he caído en la cuenta- de inmersión en esta danza.

Seguramente en este post no diga nada nuevo respecto al que escribí hace ya tres años. O quizás cuente cosas muy diferentes. No lo sé. Tengo tantos sentimientos en mi mente alrededor de estos movimientos orientales que intentaré definirlos un poco. Aunque no prometo nada.

Mentiría si dijese que la danza es solo eso. Gracias a los camellos, shimmy y mayas, entre otros muchos pasos, he conocido a gente que me ha enriquecido tanto que no sabría como agradecérselo. El destino me ha separado de muchos pero no ha permitido que me olvide de todo lo que he aprendido a su lado. Porque moverme al son de un Habibi o Yala, Yala no hubiera sido lo mismo sin la compañía que ha habido alrededor en todos estos años.

Y quizás hoy tiraré por ahí; por loar a esas compañeras y profesoras que sacan sonrisas, que cuentan chistes estúpidos o que simplemente te dan ánimos cuando piensas que tus caderas son amorfas o que hoy no es el día para que todo salga perfecto. Porque si he aprendido algo gracias a esas compañeras y por ende, la danza es que la perfección no existe, que cada uno tenemos una virtud que nos hace especiales -y de que manera-, que caerse no es tan importante si nos levantamos y que una sonrisa o abrazo -esos que tanto me cuesta dar- son el mejor consuelo para todo.

Y es que la autoestima, el valor, la fortaleza y la valentía que me ha ayudado a sacar la danza del vientre, no sería igual sin alguien con quién compartirlo. Porque compartir momentos en lo mejor que nos pueden dar otras personas. Así que va por ellas, por todas esas compañeras y profesoras que me han hecho crecer y me siguen haciéndolo día a día. Gracias y mil veces gracias.


Post especialmente dedicado a aquella persona que me pidió que lo escribiera. Ella sabe quién es.

viernes, 27 de mayo de 2016

Conversar de todo y de nada


Siempre me ha llamado la atención esas parejas que llevan toda una vida juntas. Y más aún, admiro a aquellas que pese a no separarse ni un minuto siguen teniendo cosas que decirse; detalles que comentar o incluso, temas que discutir.

Conversar de todo y de nada me parece un concepto perfecto para estas parejas. Conseguir seguir comunicándose, riendo, soñando o criticando la vida. Continuar diciéndose las mismas tonterías o aquellas palabras de amor que un día se dijeron con fevor y hoy lo hacen con sabiduría, cariño y experiencia.

Pero esta perspectiva no es única de las parejas, es extensible a padres e hijos, amigas de toda la vida o incluso a esas abuelas que son madres. Todas esas personas que pese a estar siempre muy cerca siguen conversando sin perder el ritmo.

Y utilizo la palabra conversar deliberadamente porque, aunque no lo parezca, dista mucho de hablar. Ese acto de emitir palabras que podemos practicar solos o con cualquiera. Pero aquello de conversar es otro rango que se relega a ciertas situaciones y personas.

Y es que en tiempos de redes sociales, parece que el arte de tener una buena conversación sin mirar el móvil se ha perdido. Soy la primera que peco más de lo que debería de esa costumbre, ser casi nativa digital es el legado que me ha dado. Sin embargo, tengo claro que apartar el móvil es lo mejor que puedo hacer ante esas personas con las todo el tiempo es poco. ¡Qué vida las conversaciones de todo y de nada!

domingo, 1 de mayo de 2016

Amatxu

Luchadora, valiente, alegre, divertida y ante todo, una persona con un gran corazón. Un corazón tan grande que a veces se pasa pero es dificil no querer a una tinerfeña de sangre caliente con una vasquitud adquirida con la que derrocha exageración por todos los costados. Y sí, esa es Juli, nuestra ama.

Una persona que nos ha enseñado a tirar para adelante en aquellos momentos en los que tomar la decisión no era fácil, nos ha mostrado que la vida tiene mucho más color y sabor del que a veces le ponemos y que luchar por aquello que queremos con mucha perseverancia es el único camino para conseguirlo. Muchas lecciones de vida que seguramente ni ella misma sabe que nos ha dado.

Por todo ello hoy, un día como otro cualquier pero no cualquier día, queremos agradecer a nuestra amatxu todo lo que ha hecho por nosotras. No solo darnos la vida, que no es poco, sino también darnos las claves para tomar nuestro propio rumbo pero sin dejar de estar ahí; unas veces siendo una cansina y otras abriéndonos los ojos ante realidades que no hubiéramos visto de otra manera.

Solo queda decirte que eres la mejor, que no hay dos como tú, eres incomparable y una heroína que todo lo que se propone consigue, y eso es de admirar y mucho.

Una y mil veces gracias amatxu por todo. Te queremos muchísimo Nuria y Vero.

Te dejamos algunas fotografías que te encantarán :-)










martes, 26 de abril de 2016

2 años en Mordor, digo, Rivas

 

En poco más de dos semanas se cumplen dos años de vida en Rivas Vaciamadrid. Dos intensos años en los que tengo muchos sentimientos contradictorios pero de los que saco una conclusión clara: no me arrepiento de nada.

En estos dos años he tenido tiempo para todo: para cagarme en Mordor, digo, Rivas; en sus calles con poco ambiente, en su escasez de comercios de barrio, en su transporte público, en su poca accesbilidad y en lo lejos que está de todo. Muchos momentos en los que me han dado ganas de tirar la toalla y volver al bullicio y contaminación de la capital que tanto me ha aportado.

Pero también he tenido tiempo para otras cosas; para conocer a nuevas personas, para descubrir que el calor madrileño es mucho más llevable fuera del asfalto y como no, para redescubrir viejas habilidades con las que me he puesto a prueba. Porque sin Rivas no hubiera sido capaz de volver a conducir ¡Gracias Currupeta!, encontrar a nuevas y grandes personas o demostrarme a mi misma que todavía tengo mucho que hacer y aprender.

Y quizás Rivas incluso me ha ayudado a recapacitar y comprender que aquellos que realmente quieren están ahí, aunque no esté a dos minutos de su casa y que casi siempre que se quiere, se puede.

No voy a negar que todavía a día de hoy, hay muchos días que esperando al metro, conduciendo por la A-3 o volviendo de Bilbao, me ha vuelto la morriña de vivir en la cómoda Madrid o más aún, en mi Basauri. Pero en esos instantes me acuerdo de por qué estoy en Rivas. Por qué aquel 15 de mayo no me importó cargar con todas mis pertenencias y venirme a la Luna. Por un friki por el que volvería a repetir la experiencia una y mil veces. Gracias por aguantarme y comprenderme.


viernes, 4 de marzo de 2016

¡Relaja la raja!

Cuantas veces he dicho esa frase en tono cómico pero que pocas veces me lo he aplicado a mi. Relaja la raja es un mensaje que debería interiorizar más para evitar males mayores que ya empiezan a aparecer.

Pero qué difícil es eso de relajar la raja cuando piensas que no es necesario. Qué difícil es cuando sabes que tiene 20 cosas que hacer. Qué difícil es cuando tú te exiges más y más. Qué difícil cuando crees que tienes que estar a la altura de todo el mundo. Qué dificil.

Tras una filósifica conversación el otro día y un pequeño susto de salud -nada que no se arregle con un buen fisio-, me he dado cuenta que efectivamente relajarme es lo primero que tengo que hacer para llegar a los 90 años o más :-)

Disfrutar más de las pequeñas cosas o ratos, buscar momentos para mi, dar tiempo a las cosas y darme tiempo a mi misma, decir que no más a menudo o, al contrario, decir que sí a las señales de mi cuerpo y dejar para mañana aquello que no es importante. Priorizar en mí y dejar la maquinaria de pensar en los demás por un momento.

Y más aún, eliminar las toxicidades; no solo las alimenticias que ya procuro hacer sino también las personales, laborales y sentimales. Aquellas cuestiones o personas que no me llevan demasiado lejos. Una práctica que, poco o mucho, ya he puesto en práctica desde hace algún tiempo y oye ¡cómo mola!.

Esto es solo una declaración de intenciones, una carta abierta de los retos íntimos que me planteó. Una reprimenda para mi misma que no se si me ayudará a desaprender pero seguro que será una forma más de pedir en algo que continúen las retahílas de quien más cerca está.

El arte de pedir limosna


Cada día me encuentro en el metro o calle más personas pidiendo. Soltando discursos o mostrando habilidades cada uno a su manera intenta ganar esos euros le que ayudarán a comer ese día. Es una tristeza ver a esa gente diariamente pero hoy estoy dispuesta a verlo de otra manera. Allá que voy.

Pedir limosna se ha convertido, por desgracia, en todo un oficio para muchos. Pero porque no decirlo, también en un arte con sus estrategias de marketing y ventajas competitivas incluidas.

Los que piden -vagabundo me parece una palabra un poco dura- tienen unas habilidades que ya quisiera yo para mi. Y es que cada día me admira más lo preparados que están aquellos que se ponen en las esquinas más concurridas. El que no sabe tocar el violín, muestra su destreza con el xilófono, cantando racheras o con el arpa. Incluso hay algunos que saben de todo un poco y cada día explotan un show. Esos son los que más perpleja me dejan.

Entre todo tengo que destacar a un hombre y una mujer de unos 60 años que se engalonan para cantar rancheras. Y oye mal del todo no lo hacen, a coro y todo. Pero si un día se tiran desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la tarde ataviados de mexicanos regionales, otro apuestan por el arpa. ¡Y tampoco lo hacen nada mal!.

Otros de los que me asombran son un grupo de señores que violín, contrabajo y violencello en mano tocan siempre la misma canción; una de mis favoritas, el Canon de Pachelbel. Nunca les he oído escuchar otra canción. ¡Qué curioso!. 

Mención aparte también para aquel que un día me pidió -bueno a mi y a todo el vagón- una sonrisa. Un bien gratuito que en el metro es más bien un bien escaso. Solo por ese gesto y sus filosóficas palabras mereció la pena ese viaje.

Podría tirarme toda la tarde hablando de ejemplos familiares y admirables; el que pide un céntimo del metro de Rivas (Helena se sabe su discurso casi de carrerilla jeje), la mujer que escucha pacientemente a su marido mientras toca el piano, el pianista que también da clases, la que pone papelitos sobre su situación de maltrato o el que muestra su pierna carcomida... Miles de identidades difíciles de olvidar.

También tengo otros casos menos amables. La cara más sucia de los que piden, que ya he contado en otras ocasiones en Vol. I y Vol. II. Pero a esos mejor no recodarlos porque seguramente la vida ya les tiene preparados su merecido por estafar al personal.

En cualquier caso, los retratados aquí son algunas de las caras conocidas y familiares. Personas que veo todos los días y he acabado admirando y cogiendo cariño de una forma u otra. Vivir en o de la calle no tiene que ser sencillo y solo por intentar ganarse la vida con ideas que incluso nos sacan una sonrisa, merece la pena este post.

martes, 2 de febrero de 2016

Los ratos

La vida es un cúmulo de ratos me decían el otro día. Y qué razón tienen. Muchos ratos de los cuales algunos no son tan buenos como esperamos y nos demuestran que los buenos ratos están cotizados.

Hoy es un día de esos que prefieres borrar del mapa. Que si pudieras borrar para evitar penas lo harías sin ningún esfuerzo y que da igual la noticia que te den que solo tienes en la cabeza que hay ratitos que se acaban, que ya no se disfrutarán.

Y quizás lo peor de todo no es ese primer día de malos ratos sino que sabes que es el principio de muchos días. De muchos ratos en los que habrá una tortura interna que no dejará seguir disfrutando de esos ratos buenos. Al menos por un tiempo porque ese es el mejor consolador que tenemos.

Pero quizás hay algo peor aún cuando ves que alguien pasa por un bache gordo. Que sabes que da igual lo que digas, lo que hagas y cómo actúes, que no hay consuelo humano que impida pasar un mal rato a aquellos que más nos importan. Y eso quizás te hace pasar un peor rato.

Solo espero y confío que la vida tenga muchas cosas buenas preparadas para seguir disfrutando de los buenos ratos porque prometo que, a partir de ahora, disfrutaré con más ahínco si cabe de aquellos momentos buenos que me dan aquellas personas que de verdad me importan.

domingo, 31 de enero de 2016

Sin palabras

Esos momentos en los que no sabes ni qué decir. Esos momentos en los que cualquier palabra está fuera de lugar pero sabes que es necesario decir algo para intentar dar tu apoyo y ternura pero sabes que nada de lo que digas ayudará.

La fuerza de las palabras a veces no sirve para nada. Aquellas todopoderosas expresiones filosóficas que inundan Facebook son solo una teoría que no es válida para la vida: aquellos momentos que marcan un antes y un después en nuestro presente y futuro.

En esos momentos en los que está claro que cualquier expresión no compensará. Es ese momento en el que un abrazo vale que más que mil palabras y ni aún así serán todo lo consolador que debería.

Qué complicado es hacerse mayor y ser consciente de lo que pasa a tu alrededor. Qué complicado es tener muchas ganas de obrar un milagro y no tener ese don que ayude a mitigar el dolor y evitar que las desgracias pasen a quien menos debería. Qué difícil es tener una dosis de dura realidad y que no tengas palabras para la ocasión.

viernes, 29 de enero de 2016

De opiniones y culos

Si cuando un refrán es popular está claro que es por algo. Y es que como dice el dicho "las opiniones son como los culos; todo el mundo tiene una" pero hay muchas más coincidencias que quizás no habíamos pensado.

Hay culos duros, blandos, peludos, pequeños o grandes. Culos para todos los gustos igual que las opiniones. Perspectivas de cualquier tema que no son mejores ni peores sino únicas.

Cuando nuestro trasero se pone a sonar en forma de pedo, en la mayoría de los casos no sabemos qué va a pasar: ¿Olerá? ¿Será el antecedente de algo peor? Justo lo mismo que pasa con las opiniones. Las soltamos y ahí quedan como una antesala de algo imprevisible.

Pero no es la única coincidencia. Los culos los solemos llevar tapados -y más ahora en el invierno que cualquier duerme con él al aire- y de repente, en nuestra intimidad lo asomamos. Ahí están las opiniones que juegan en el mismo terreno privado aunque hay veces que se pasan a lo público y ahí podríamos volver de nuevo al párrafo anterior.

Y seguimos. ¿Lo que da de sí el tema, verdad? Pues sí porque lo cierto es que la sabiduría del refranero español no tiene paragón -aunque pido perdón porque la mitad de las veces innovo y me lo invento-. En fin. El culete también tiene un componente de sorpresa interesante. Ese momento en el que no quieres, no debes y lo sabes pero no puedes evitarlo y salió el pedo, digo la opinión. Vamos ambos.

Pero claro una cosa es opinar -o mostrar el culamen- y otra bien distinta hacer que esas declaraciones en forma de palabras o pedos sean las únicas importantes, interesantes y posibles. Pues lo siento pero ya que todos tenemos opinión y culo, ninguna de las dos cosas es nada particular ni más válida que la de al lado. Y sí, a veces es mejor contenernos por lo que pueda pasar.