jueves, 11 de febrero de 2021

Dime cómo escribes y te diré qué pareces

 

 
 
Ningún desperdicio tiene todo lo que cuenta Estrella Montolío, lingüista y profesora. Y es que si hay algo que habla de nosotros tanto como nuestra mirada o nuestras palabras, es nuestra escritura. Pero parece que todavía a muchos no les ha quedado claro.
 
Como bien dice Estrella Montolío, nunca había utilizado tanto la escritura como ahora. Ya sea para uno de los cientos de emails que enviamos a diario, compartir nuestra última fotografía en Instagram o escribir un WhatsApp la escritura está más presente que nunca en nuestras vidas. Una forma de comunicarnos que maltratamos y incluso, infravaloramos a nivel particular, pero mucho peor, a nivel profesional. 

Cada día me encuentro por redes sociales, webs o presentaciones, empresas que intentan conectar con los clientes utilizando frases mal construidas, palabras sin tildes o ausencia total de signos de puntuación. Unas erratas que me dejan un mal sabor por lo que podría haber sido un gran mensaje mal comunicado.

Pondré un ejemplo mucho más claro y real en el que no mencionaré el nombre del negocio en cuestión pero que creo que es suficientemente gráfico:

La empresa es un negocio local que tuvo que cerrar por el COVID e intenta otras vías de explotación comercial. Muy loable el cometido y su afán de renovación y superación, pero de verdad ¿no se pueden poner los signos de exclamación ni las tildes? Y no, no es casualidad por la tipografía ni errores puntuales que todos podemos tener, os lo aseguro. De hecho, muy educadamente se lo he dicho a la propietaria para intentar ayudarla. Su justificación: el corrector del móvil que parece que no se ha arreglado porque sigue igual. Espero que le vaya bien y estoy segura que sus productos y atención será impecable, pero a mi no me vende nada con esa escritura. Lo siento.
 
No solo tengo una cruzada personal con la escritura correcta sino también con el escribir en castellano. No es fácil, lo sé. Los anglicismos son tantos que muchas veces es imposible no sucumbir a los encantos del idioma de Shakespeare que nos pone en nuestro camino palabras biensonantes que resumen perfectamente conceptos. Sin embargo, ese uso tiene un límite que muchos superan con demasiada facilidad. 

Y es que no hay nada tan agradable como leer un texto bien escrito. De verdad, quizás soy una loca de las letras ¿seré periodista por eso?, pero en este caso las formas me parecen tan importante como el fondo. Porque en esta época en la que el cara a cara se ha reducido a la mínima expresión, leer a amigos, familiares y empresas es una de las pocas vías de comunicación. Entonces ¿por qué no la cuidamos un poquito más? Venga, vamos a hacernos ese regalo que seguro que muchos locos como yo agradeceran.