Pese a la poca amabilidad con la que 2020 ha mirado al mundo, puedo decir que despido el año con una sonrisa. Sé que soy una rara avis pero me niego a que en mi resumen anual de este año no se note que no todo ha sido malo.
Es evidente que 2020 ha sido un año catastrófico en muchos sentidos. No voy yo a ponerlo en duda, faltaría más a tenor de todos los dramas personales que hemos visto y seguro que muchos vivido. Pero en lo que a mi me respecta, ha sido un año bastante positivo y hasta me fastidia que para todo el mundo sea un año para olvidar porque yo no quiero olvidarlo.
2020 me ha traído a la persona que tanto tiempo llevábamos esperando. Laia se ha convertido en esa loca bajita que ha convertido nuestro día a día en una dulce locura que me encanta :-)
El inicio del camino no fue fácil; parir al inicio del confinamiento no era lo planeado por nadie. Mirar por la ventana de un paritorio en una de las calles más concurridas de Madrid y solo ver un autobús, es una imagen que, aunque vista a través de los ojos de Nico, no voy a olvidar nunca. Oír los aplausos de los sanitarios al otro lado de la puerta, horas antes de parir, tampoco es un sonido fácilmente borrable. O la cara del Polícia que se debatía entre dejarnos llegar al Hospital o no en aquel control de confinamiento. Pero lo que tampoco voy a olvidar son las lágrimas que solté (soltamos) cuando vi a aquella pequeñaja de 2,270 kilos la madrugada de un 2 de abril. Un día negro en el que la luz llegó a mi en forma de Superlaia.
No fueron ni días ni meses fáciles para nadie y tampoco, para unos padres recién llegados que, por desgracia, no tuvieron ninguna visita a la que atender. Lo que planeábamos que fuera una fiesta por todo lo grande, se tuvo que relegar a encuentros casuales en la calle a 2 metros de distancia para que los abuelos paternos pudieran conocer a la recién llegada. En el caso de mis padres, tuvieron que pasar 86 días hasta que amama, aitite e izeko pudieron conocer a la recién nacida con más energía que he visto en mi vida. Para el resto, tuvo que pasar mucho más.
Pero para nada me he sentido sola en todo este tiempo. Nuestra casa se convirtió en una plataforma logística de Amazon y sucedáneos y un centro neurálgico de Zooms. Fue increíble la cantidad de detalles físicos y digitales que nos llegaron y la de horas que echamos en aquella plataforma para presentar a la pequeña. No nos dio tiempo a sentirnos solos lo más mínimo. Y todo gracias a la familia real y postiza que nos cobijo enormemente.
Soy consciente de que mi "drama" personal ha sido una nimiedad en comparación con los vividos y por eso, reitero que mi 2020 ha sido un año para no borrar.
Y con todo esto me quedo de este 2020. Con un año en el que las sombras, muchas, no han podido con la luz en mi vida personal. Con un 2020 lleno de momentos únicos, momentos muy diferentes a lo que tenía pensado, pero que me han servido para apreciar los encuentros mucho más.
En 2021 tengo muchos retos en la cabeza, pero sobre todo uno muy grande: celebrar todo lo que 2020 no nos dejó. Y lo haremos a lo grande.
¡A por un 2021 bueno para todos!