sábado, 28 de enero de 2017

Lo intangible del país de la nube blanca


Hace tiempo que tenías ganas de escribir esto y ha llegado el momento. El instante en el que la morriña neozelandesa llega no tanto por sus espectaculares parajes o su tranquilidad absoluta sino más bien por todo lo intangible que me traje en ese viaje.

El literalmente culo del mundo respecto a España me enseñó que la tranquilidad es un bien preciado del que nos olvidamos a diario. Vivir sin estrés, en contacto con la naturaleza y sin el constante qué dirán que tenemos en nuestra mente es posible ¡Y de qué manera! Tan factible como la posibilidad de ir a un supermercado descalzo porque se le antoja cómodo o ir a darte un baño al lado del mar a la luz de la luna siendo el más andrajoso del país.

Es complicado explicar y quizás también entender, todo lo que experimente. Sentimientos, ideas y sensaciones que te llevas de una mentalidad totalmente diferente donde lo primordial es contar con un espíritu limpio y realizado, no con el último iPhone o coche. Una filosofía de vida donde todo lo humano y natural tiene cabida.

Pese a tener McDonalds y vivir con WhatsApp -ser el culo del mundo no es sinónimo de vivir ajenos al mundo-, su objetivo en la vida es compartir. Lo mismo cuenta un trozo de pastel de carne con un amigo al que abordaste de forma inesperada en su casa, un helado antes de ir a dormir o unas horas muertas bajo la lluvia. Compartir y disfrutar el momento simplemente para vivir.

Otra de las cosas que aprendí por allí es lo fácil y sano que es desconectar. Dejar a un lado el móvil y salvo excepciones, olvidarme del mundo, de todo aquello prescindible para pasar a ver el mundo con otros ojos. Ver cada pequeño detalle, quedarme con cada momento y volver a encontrarme conmigo misma sin necesidad de contarlo a los cuatro vientos. Una experiencia realmente gratificante que intentó seguir poniendo en práctica pero reconozco que me cuesta.

Al volver tuve un pequeño ataque de repudio. Sí, puede sonar fuerte pero después de ver que la vida puede ser mucho más que luces, consumismo y trabajo me dio una cierta aprensión volver a la normalidad. Tener que pasarme dos horas en el metro diarias, trabajar durante 8 y correr, correr y correr. Volver a un ritmo acelerado donde poco importa una puesta de sol o un rato de paz.

Aunque ya he vuelto a coger el ritmo, muchos días pienso en aquella Nueva Zelanda que me enseñó a de vez en cuando sentarme y volver a disfrutar de horas muertas, de los momentos lejos de la tecnología, de respirar profundamente y encontrar aquella paz interior que todo necesitamos. Muchas veces lo pienso y me relajo, vuelvo a respirar profundo, apagar el móvil y disfrutar. Gracias Maorís, gracias Aotearoa.

sábado, 14 de enero de 2017

"Un día estás bien y otro..."

La frase del titular no es una más. Es la que me dijo María, la pareja de Ángel ayer por la tarde. ¿Y quiénes son esos dos?, dirá cualquiera que por suerte haya comenzado a leer este escrito. Pues enseguida te lo cuento y agárrate porque vienen curvas.

Hasta ayer María y Ángel para mi era dos desconocidos de una web a la que entré por casualidad. Las redes sociales tienen estas cosas, que te ayudan a encontrar casos realmente conmovedores en los que no sabes por qué pero ves que necesitas poner tu granito de arena. Y esto es lo que me pasó con esta pareja a la que no conocía de nada.

Como decía, ayer mismo les conocí y además de encantadores, en 20 minutos consiguieron demostrarme que echarle huevos a la vida es una actitud y que efectivamente "un día estás bien y otro...". Otro estás como Ángel, un chico de 38 años, madrileño, normal y corriente. Como tú y como yo que un día entró en urgencias por lo que creía que era una neumonía y salió 11 meses después necesitando prótesis en manos y pies.

La historia completa prefiero que la cuenten ellos en primera persona. Lo hacen tan bien en la web "Pero a tu lado" que sobran mis palabras -o letras- y, sobre todo, lo hacen de una forma en la que el drama y la pena no cabe. Una carácter digno de loar.

Y precisamente esa actitud es lo que más me gustó de este caso. Una pareja que lo ha tenido que pasar muy mal -por mucha empatía que le ponga no alcanzaré a entenderlo- pero que te cuentan su caso con una sonrisa en la boca, mirándose con tanto amor y cariño que demuestra que el humano es mucho más valiente de lo que podemos pensar.

Por esa gran lección que me dieron ayer Ángel y María he decidido poner un grano más. Intentar que desde este humilde espacio cualquiera que sienta la necesidad de ayudar -lo pueden hacer comprando unas camisetas muy chulas o con una donación-, lo pueda hacer a través de mi. Porque efectivamente hasta ayer no conocía este caso en primera persona pero ahora sí y además de real, es impresionante las ganas de vivir y ánimo de este chico.

Lo dicho, además de plantearos ese apoyo, no puedo más que invitaros a disfrutar de la vida y dejar las pequeñas tonterías cotidianas a un lado porque "un días estás bien y otro...".

Más información | Pero a tu lado