miércoles, 5 de octubre de 2016

Los hombres y las bodas

Por Nicolás Cruz Martínez

Soy el ya marido de Vero, a ella ya la conocéis de escribir sus ideas y pensamientos en este blog intentando ofrecer su visión del mundo sin tapujos. Y ya que dispone de un espacio así, voy a aprovecharlo para hablar del papel del hombre en una boda.

Me gustaría empezar explicando lo que sientes cuando empiezas a preparar una boda. Llegado el momento de visitar restaurantes o sitios para otros elementos de la boda, ya ves de primeras como el comercial va directo a la mujer. Es muy llamativo porque en cualquier otro contexto es al revés, pero aquí empiezan a hablarlas de un sin fin de detalles que a mí me parecen absurdos pero que acaba engatusando a la chica, como por ejemplo tener no se cuantos adornos extra para la boda, un coche de lo más fashion para hacer la entrada, unas invitaciones realmente cool y a la moda o cualquier extra que normalmente suele costar un dineral. Tengo la suerte de que mi chica es Vero y no suele caer en tontadas de estas, pero como al final el comercial habla con ellas, y por mucho que intentes entrometerte no te hacen ni caso, al final la que va tomando decisiones es ella. Así que como podéis imaginar en esos momentos yo me sentía como... un hombre plumero tal vez. Pero era nuestra boda, y me parecía desaprovechar una ocasión increíble en la que iba a invertir un montón de dinero y en la que iba a reunir a gran parte de mi familia y amigos como para no plantearme la boda como nuestra gran fiesta, la cual nosotros decidiríamos cómo sería. Así que me puse a pensar en cómo quería que fuese.

Y la verdad, cuando ambos tomamos las riendas de nuestro evento, el concepto de boda cambió radicalmente, pasó de ser ese evento encorsetado y lleno de parafernalias estúpidas, a una posibilidad de mostrarle a nuestra gente nuestra forma de ser, nuestros gustos, lo que amamos, y buscar con ello la diversión para disfrutarlo entre todos. Fue así como empezamos a diseñar nuestra propia invitación, plasmando en ella nuestra forma de ser, aunque fuese con cosas que nunca se ponen en una invitación. Preparamos un photocall, carteles de autobús, los regalos que íbamos a dar, confeccionamos un menú sin los sobre explotados solomillo y merluza, de hecho incluso tuvimos un plato con migas manchegas!!, y también un buen bacalao de Bilbao, justo los lugares que marcan nuestras raíces y unos platos que realmente nos encantan. De esta forma toda la preparación de la boda fue algo así como un juego, que aun así es costoso y lleva su tiempo, pero que se disfruta y se hace liviano.

Y finalmente, llegó el día de la boda. Previamente, tuvimos nuestras dudas. ¿Le gustaría a la gente todas nuestras chorradillas? Pero pronto salimos de dudas. Tuvimos una ceremonia oficiada por una amiga que fue justo lo que queríamos, después comimos y disfrutamos con todo el mundo sin parar quietos, hicimos un baile totalmente personal, en definitiva una fiesta a nuestro gusto y que pudimos ver que la gente disfrutaba y, sobre todo, apreciaba, porque veían en ella detalles personales y guiños hacia ellos que creo, les hacía sentir parte de una celebración de todos.

En definitiva, me lo pasé en grande preparando la boda, la disfruté en todo momento, y me quedé satisfecho sabiendo que habíamos preparado una gran fiesta, que y no un evento caro y ceñido a unas tradiciones e ideas que desde luego cada vez veo más como la forma que tienen de vendernos la moto y no dejarnos disfrutar con nuestro gran día. Y yo formé parte de todo ello, tanto como Vero, algo que echando ahora la vista atrás veo que ha merecido realmente la pena.