martes, 19 de mayo de 2020

Historia de una hamaca

Es difícil darse cuenta de como las pequeñas decisiones, esas que parecen insignificantes y estúpidas, pueden marcar la gran diferencia de un futuro cercano. Entender que las circunstancias cambian de un día para otro y aprovechar el aquí y ahora es vital en esta vida. Esta reflexión digna de Paulo Coelho es mucho más comprensible con el siguiente ejemplo.


Los pasados Reyes Magos, cuando Laia todavía no sabía lo que era respirar por ella sola, la reina maga izeko Nuria le regaló una hamaca. El artilugio era de lo más completo e incluía una función para grabar voces. Al probarlo, Nuria quiso grabar su voz para que Laia la pudiera tener siempre presente, pese a los kilómetros de distancia. Mi respuesta en aquel momento fue: "anda que no tendrás tiempo para hacerlo, ya lo harás cuando nazca". Pero nunca hubiera imaginado cuán equivocada estaba y lo que me iba a arrepentir de mis palabras.

Tres meses después resuena esa frase en mi cabeza una y otra vez. La pandemia mundial del Coronavirus ha impedido que Laia tenga esa grabación de voz grabada en persona. Bueno eso y mucho más. Y es que el hecho en si puede parecer una tontería con la que esta cayendo pero me demuestra que dejar para mañana eso que queríamos hacer hoy es un error. Eso incluye abrazos, besos y pequeños gestos de amor que nos estamos perdiendo.

Por supuesto, soy muy consciente de lo afortunada que soy en estos momentos. Hemos conseguido que el bicho, que si ha cargado contra familiares y amigos, solo se haya llevado por delante a uno. Mucho más de lo que desearíamos, por supuesto, pero mucho menos de lo que podría y todavía, puede ser. No podemos bajar la guardia.

Estos días también he descubierto lo afortunada que soy por tener a tanta gente a mi alrededor que con sus llamadas, vídeos, whatsapps y videoconferencias me han animado a hacer mucho más llevadera esta situación.

Y es que son tiempos complicados para todo el mundo. El confinamiento nos ha enseñado a valorar mucho más aquellos abrazos que no nos dábamos, aquellas reuniones con amigos e incluso, todos los momentos estresantes del día a día. Y ahí cada uno tenemos nuestra historia personal que echar de menos.

Pero ahora estamos delante de una época de incertidumbre con una desescalada eterna. Un no saber que me pesa cada día como una losa; no saber cuando mi hija conocerá a sus abuelos, cuándo podré pasear con ella y Nico o cuándo comeré con mis amigos. Esas pequeñas cosas que son, en definitiva, la vida y que ahora me parecen tan lejanas.