Nadie me dijo que la lactancia fuera fácil, pero tampoco que la ayuda profesional iba a ser mínima. Una bebé del peso de una prematura, unos pezones planos y un biberón en las primeras horas de vida en un hospital poco pro lactancia de facto no eran el caldo de cultivo idóneo, y mucho menos en un estado de alarma donde nadie con conocimientos se podía acercarte a decirte "lo haces bien o prueba así". En ese momento el teléfono - y la gran ayuda de una enfermera en neonatos ¡mi hada madrina particular!- se hizo el único medio de ayuda y reconozco que para mi fue demasiado frío. Aún así, puedo decir que me sentido apoyada por mi familia y amigos -Mariflus, especial mención para ti- en todo momento. Esa distancia se ha suplido con muchas palabras de ánimo y comprensión que me han dado la energía necesaria para seguir.
Pese a todos los problemas, he estado 3 meses combinando pecho y biberón. Una lactancia mixta con sus ventajas y, sobre todo, con todas las desventajas de los dos sistemas de alimentación. Un tiempo en el que he disfrutado de la lactancia materna mientras miraba de soslayo, y muchas veces con desprecio, el trozo de plástico que se batía en duelo con mi pecho.
Hoy he decidido que la etapa de lactancia materna se va a acabar. Una decisión que he tomado unilateralmente y con todas las consecuencias. Será un final progresivo. Una despedida lenta pero no por ello menos dolorosa porque, aunque tengo claro que es la mejor decisión para mi y mi hija en este momento, la culpabilidad es una losa que pesa.
Y es que he decidido comenzar a reconciliarme con el biberón y empezar a disfrutar de todo lo que está progresando mi hija sin tener que temer el momento de darla de comer. Porque tengo claro que la lactancia materna es lo mejor, pero también quiero disfrutar cada minuto con ella sin sentirme culpable.
Gracias teti. Hasta la próxima.