lunes, 10 de marzo de 2014

Comparaciones culturales


Me encanta viajar. Me gusta conocer nuevas culturas, ciudades, personas. Sin embargo, según poco el pie en otro lugar ya empiezo a comparar la cultura de nuestro país de pandereta con la del país que me recibe. Lo siento, me es inevitable.

Estas comparaciones se producen en todos los ámbitos. Aunque a veces el lugar al que viajo sale bien parado, por lo general, la balanza pese hacia mi país oriundo. La comida o las costumbres suelen ser mis principales objetivos de reproche. 

Esto no quiere decir que los países ajenos no tenga muchas cosas buenos. Por supuesto, sería de egocentrisco que España es el mejor país del mundo. No lo es ni mucho menos. Es más no creo que haya uno por encima de otro, sino muchas diferencias que hace a cada uno especial. Aún así me quedo con lo especial de mi gente, mi cultura y mi comida.  

Quizás por ello nunca he sentido deseos de hacer un Erasmus o ser un forastero viviendo en una ciudad extranjera. Seguramente con la enriquecedora experiencia de un Bilbao-Madrid es más que suficiente. No he necesitado irme fuera 6 meses para saber que es ser independiente o cómo manejarse en una nueva ciudad. No obstante, entiendo quién lo hace y seguramente merece la pena pero no es para mi.

Otro de los frenos que siempre he visto ha sido el idioma. Evidentemente con el inglés y el idioma de las señas se llega hasta cualquier lugar. Eso no me cabe duda y no me preocupa. Pero ¿Qué pasa cuando quieres contarle a alguien algo íntimo? ¿Cómo se discute en inglés? No sé, quizás es porque no sé suficiente pero no me veo en estas tesituras sin agobios.


Aún así, quiero seguir viendo mundo, disfrutando de todo lo ajeno y quien sabe si volveré con más ganas a España o definitivamente, encontraré ese lugar que consiga hacerme cambiar de idea. Mientras tanto, arriba el primer y segundo plato sentado en una silla, abajo la salchichas de pie con ketchup.