Las conexiones a veces son curiosas. Hoy me levanto con dos noticias tan relacionadas que es difícil que no se te remueva algo. Una que me da cierta alegría (demasiado relativa, pero alegría al fin y al cabo) y otra que me trae más dolor y recuerdos. Pero ambas con un nexo común: los hermanos.
La pérdida de un ser querido es una de las cosas más dolorosas que te pueden pasar. Y mucho más cuando ese es un hermano que ha aprendido a jugar, soñar, vivir y reír de tu mano. Cuando no ha hecho más que enfadarte, cuidarte y apoyarte. Y cuando le queda toda una vida por delante que disfrutar. Por eso entiendo tan bien cómo se sienten esos amigos cuando son incapaces de decir con palabras lo que sienten. Eso se lo llevarán dentro siempre y poco más que estar ahí con nuestro cariño y apoyo podemos hacer.
Pero alrededor de esos recuerdos que dejan los hermanos, siempre hay grandes momentos que recordar -eso es lo más importante- y algunos pequeñas acciones que ayudan a soterrar ese dolor, aunque nunca se acabe del todo con él. Y justo ese día en el que otra hermana se va por la maldita lacra del siglo XXI, llega esta noticia:
Desde hace 26 años veníamos pidiendo que esta noticia se hiciera realidad. Recogidas de firmas, protestas, incluso conversaciones personales con los diferentes alcaldes que han pasado por Basauri, y salvo buenas palabras, nunca nos habían dado nada más. Y cuando el dolor de ver cada día esas vías ya estaba asentado, llega la gran noticia: el desmantelamiento. El fin de una etapa. Sé que poco tiene que ver con nuestro suceso -sería ingenua si pensara lo contrario- pero me alegro que finalmente ADIF haya decidido que una playa de vías en medio de un pueblo es un sinsentido. Un cuestión ilógica que para nuestra familia es mucho más. Es el fin de una etapa.
Aunque este noticia no pueda ocultar el matiz triste de este post, no quiero acabar con un sabor de boca tan amargo. Que un hermano, padre, madre o cualquier ser querido se vaya solo reafirma una cosa que cada día tengo más clara y que practicarla debe ser nuestro cometido diario: más San Queremos y menos San Ostias.
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