Soy periodista y me encanta. He conseguido hacer de esto mi profesión y puedo decirlo con orgullo porque otros, por desgracia, no lo han hecho. Sin embargo, hay días que me dan ganas de esconderme bajo las sabanas y negar que un día pensé ser Truman Capote o me apasioné por la profesión leyendo a Kapuściński u otros más contemporáneos como Ignacio Escolar. Y hoy es uno de esos días.
Llevó días escuchando las noticias alrededor de la niña Asunta. Lo cierto es que el relato bien podría venir de un periódico como El Caso ya que tiene todos los ingredientes para aparecer en sus páginas. Lo triste más allá del hecho en sí que es suficientemente duro es el tratamiento de la información.
Los medios de comunicación llevan -y hablo en tercera persona porque he evitado leerlo en todo momento por lo que no me siento participe en ningún caso- días alimentando el morbo que a la gente le da ver esas noticias. Suena triste y lamentable pero es así a los españoles nos produce mucho más interés leer cómo murió una pequeña a manos de sus padres o quien quiera que fuera el cabrón que salir a la calle a protestar por nuestro país.
Pero hoy mismo he visto cómo el circo llegaba mucho más lejos y me ha dado mucha más vergüenza. En Antena 3 anunciaban un especial con todos los pormenores de la "desaparición" de la pequeña y me he quedado estupefacta. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar? Entiendo, aunque no comparto, que A3 Media lo haga por audiencia pero el problema está aún más lejos. Esa público esperado seguramente llegue porque la gente quiere saber más de algo que ya no se puede dar la vuelta. Así es de triste.
Pensaba que con casos como el de Marta del Castillo o Mari Luz o yéndonos mucho más lejos, las niñas de Alcasser se habían traspasado todos los límites éticos del periodismo pero día a día me sorprenden. No solo con casos de niños que me parecen especialmente duros sino también con accidentes como el de Santiago. Aunque en este sentido, creo que cada vez la opinión pública hace que los medios se comporten y respeten a las víctimas y sus familias. Medio camino andado porque todavía hay mucha intolerancia.
Desgraciadamente, lo único que me produce este tipo de noticias morbosas es asco por una profesión que, insisto, creo que sirve para mucho y tiene grandes profesionales. En fin, algo tiene que cambiar no solo en el periodismo sino también en esta sociedad para que los verdaderos problemas sean mucho más importantes que los escabrosos detalles de la muerte de una niña o similares.
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