Supongo que un titular así no dejará indiferente a nadie que me conozca. Sin embargo, más allá de mis deseos de igualdad, creo que la desigualdad tiene una larga vida. Al menos la que veo a mi alrededor.
No voy a hablar de los siglos que las mujeres han estado restringidas a un espacio de cuatro paredes denominados casa sino de lo que nos queda por delante que muestra un futuro que no promete la igualdad.
El sociólogo Javier Elzo también lo ve así. El profesional se remite a los datos sobre violencia de género entre los más jóvenes. En 2010 no existían estadísticas sobre maltratos entre adolescentes mientras que en 2011 ya se catalogaban unos 473 casos. Una cifra que, a juzgar por la opinión del experto, no tiene indicios de reducirse viendo las conductos de estos pre-adultos. ¿Hemos vuelto para atrás en materia de igualdad? Quizás nunca hemos avanzado tanto como pensamos.
Mis conocimientos de desigualdad entre adolescentes no van más allá de una hermana de 20 años y su ambiente y mi experiencia con niños en un centro de día infantil. Con estos datos el panorama que veo a mi alrededor es desolador. Los comentarios, actitudes y valoraciones del siglo XXI que oigo y veo, me trasladan directamente a la Prehistoria.
Por un lado, estamos cada vez más en contacto con personas de otros países y continentes donde la cultura todavía es mucho más machista y por otro, los estereotipos no terminan de dejarse a un lado. Frases como "no puedes jugar al fútbol porque eres chica" o "ya limpio yo lo de los chicos" son tan reales como la sociedad en la que vivimos. Y me da miedo, pena y asco a la vez.
No puede ser que después de todo lo que hemos adelantado en materia de derechos, los jóvenes sigan viendo como natural que los chicos tienen que jugar al fútbol y las chicas esperar a su príncipe azul. No puede ser que sigan siendo ellos quienes eligen a la chica con la que salir ni que ellas no puedan permitirse el lujo de arremangarse la camisa y decir "yo quiero lo mismo que tú, necesito esto". La sumisión por parte de las adolescentes y la autoridad por parte de los adolescentes sigue siendo algo demasiado común.
En fin, quiero pensar que mi alrededor no es totalmente extrapolable al mundo real. Que la realidad es mucho más igualitaria de lo que veo y que el siglo en el que vivimos ha enseñado a los adolescentes a creer, pensar y actuar en igualdad. Quiero creer algo que sé que no así. Pero ¿Lo será algún día?
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