miércoles, 4 de julio de 2012

Callarme, no gracias


Confieso que soy una bocachancla de libro. Lo sé y convivo con ello. La naturalidad e impulsividad es parte de mi ser y no lo puedo evitar. Sin embargo, lo que no entiendo es el afán de enjuiciar a una persona precisamente por esa naturalidad.

Los prejuicios existen en prácticamente todas las facetas de la vida. No seré yo quien diga que alguna vez no he tildado a alguien de ser tal o pascual por una opinión generalizada. No obstante, evito llegar a esos extremos porque a mi tampoco me gustan y considero que están bastante fuera de lugar; ni todos los marroquís son guarros, ni todos los gays son locas ni todos los andaluces son vagos. Cada cosa en su justa medida.

Pero ese no es el tema. Hoy quería hablar sobre mi incapacidad para callarme y las impresiones que causa en determinadas personas, cuestión que al fin y al cabo, también es un prejuicio. Pues allá que vamos.

No será la primera vez -ni la última, seguramente- que me tachan de cosas "tan bonitas" como guarra, desesperada o incluso me han llegado a insinuar cosas más graves que ni mencionaré porque tengo dignidad. Adjetivos que han llegado a mis oídos más o menos de forma chistosa pero que, en muchas ocasiones, se han dicho en serio. Menos mal que he aprendido a evadir ese tipo de comentario y que me la resbalen pero para todos lo que una vez lo han dicho va esto:
Si por ser natural, atrevida, impulsiva y decir lo que muchos y, sobre todo, muchas piensan soy todo eso, bienvenido sea. Tendré muchos muchos muchos defectos pero lo siento, el considerar que cosas como el sexo, las micciones o defecaciones son ajenas al humano y, más específicamente, a la mujer, no es el mío. 
Vale que hasta hace un tiempo decir palabras como "polvo", "pene" o "cagar" fueran tabú pero creo que estamos en el siglo XXI y en algo hemos avanzado. Aunque hay veces que dudo hasta eso, sobre todo, por las miradas y los comentarios.

En fin, con esto no quiero decir que haya que estar todo el día hablando de ese tema -tengo muchos más recursos e intereses, obviamente- pero sí que es un tema más que natural. Hablar sobre sexo debe ser tan normal como hacerlo sobre cómo ha ido el día.

Precisamente por ello admiro a Samantha Jones, una de las chicas de Sexo en Nueva York. Aunque no deja de ser un personaje de ficción, su naturalidad para tratar temas tan normales me entusiasma, sus ganas de aprender cada día sobre su cuerpo, su espontaneadad... No hay más que ver un fragmento del vídeo para entenderlo.

Sin embargo, hay pocas Samanthas en la vida real. Todavía hay demasiados peros que incluso nos podemos nosotras mismas porque estamos en el siglo XXI para buscar la igualdad pero todavía es inconcebible que una mujer diga que se masturba o ve una película porno mientras que es un hecho glorioso para un hombre. Y esto es solo un ejemplo. Una pena.

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