Supongo que la protagonista de esta entrada nunca la leerá pero bueno sirva como una queja en voz alta.
Vaya por delante que me encantan los niños -cualquiera que me conozca lo sabrá- y ellos nunca me han molestado. Sus gritos, sus carreras con el triciclo o incluso sus balones en mi balcón me parecen tolerables. Pero lo siento, con lo que no puedo es con la madre de Aitor.
Esta señora -a la cual he tenido el placer de identificar- le cuesta moverse más que a una Godzilla en una bañera pero no le duelen prendas para estar literalmente cada 5 minutos gritando el nombre de su hijo en el parque de su urbanización. Chica, cansas.
Entiendo que es duro ser padre/madre, que los niños son agotadores, que algunos son unos traviesos pero creo no sería pedir demasiado si en vez de chillar cada 5 minutos a tu hijo, te levantarás una de cada 10 veces. Solo una. Quizás de esa manera y con un buen azote de por medio de vez en cuando entendería que las cosas no son así. Pero es más fácil gritar: "Aitor, no toques eso" "Cuidado, Aitor", "Aitoooor". Y si el niño no hace caso -lógico porque tiene que tener el timbre de su madre en las entrañas como yo- seguir gritando sin parar. Levantarse ni con un terremoto.
La crispación con la madre de Aitor ha llegado a tal punto que estoy hasta cogiendo manía al nombre. Y todo sea dicho, fue el nombre de mi amor platónico del colegio y estaba en la lista de los favoritos para mis hijos. Pero vamos, la madre de Aitor se ha cargado todo el romanticismo que para mi tenía el nombre.
Solo espero que Aitor crezca rápido y le diga a su madre que levantarse del banco de vez en cuando no esta mal para airear el culo, al menos. En fin, "Aitooooor".
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