Ahora que ha llegado la relativa calma después de
la tempestad y todavía con las agujetas en el cuerpo, me toca hacer
balance. Poner en perspectiva todo lo que ha significado estar en la
organización de las
Freak Wars'17 y lo más importante, todo lo que he aprendido de ello.
Lo
primero que debo decir es que
me siento muy orgullosa del trabajo
realizado y del resultado. Más de 45 stands comerciales, 18 torneos, algunos incluso nacionales, 18 charlas con ponentes de altura, concurso de cosplay con 10 participantes, unos 800 bocatas vendidos,
zona infantil con aforo completo, exhibición de softcombat y más de 3.000 personas (contadas una a
una) que vinieron a descubrir, jugar o disfrutar del mundo wargame. Un
terreno desconocido pero con enormes posibilidades (creo que nunca pensé
que diría esto).
Todo
conseguido con trabajo y más trabajo. Un año de trabajo que se dice pronto; 365 días en los que Nico, Ross, María, Nat y un servidora no dejábamos de hablar de FW y
cómo podíamos mejorar el evento. 365 días en los que quemaba
literalmente el grupo del WhatsApp con idas de olla, grandes ideas y
muchos nervios. 365 en los que siempre había un espacio para pensar en
cómo sería esta nueva edición. 365 días de nervios por saber si
realmente estaríamos a la altura o si conseguiríamos que la gente
viniera.
He
de decir que
no todo ha sido sencillo. Trabajar con un
Ayuntamiento no es sencillo (aunque, pese a todas las trabas, han hecho posible el evento).
Pero tampoco es fácil lidiar con un Nico que nos echa broncas por
gastar pero que por contra se vuelve loco con PixarPrinting, las millones de
correcciones de Ross, los audios interminables de Nat (o debería decir
prima Natalia??) o los mensajes poniéndonos en nuestro sitio de María.
Tampoco, porque no reconocerlo, ha sido fácil tratar con mi
desconocimiento del mundo wargame y mi despistez absoluta que hace que me tengan que decir las cosas varias veces. Todo ello aderezado con la falta de tiempo y la dedicación totalmente altruista que hace que haya veces que pierdas las fuerzas.
Sin
embargo, los
ingredientes vitales para que FW'17 haya salido como ha salido han sido
otros; el perfeccionismo de Ross, el poder social del tándem María y
Nat, la gestión económica de Nico y mi granito de arena en comunicación. Tampoco me quiero olvidar de la inestimable ayuda de Loo
con los planos, de Chan con torneos y niños, y de familiares, amigos y
vecinos ripenses que no dudaron un segundo en venir a arrimar el hombro cuando se lo pedimos.
Pero
lo realmente
imprescindible en FW han sido
las ganas. El ansia de que
todo el mundo disfrutara nos ha llevado a discutir, correr, pasar horas
delante de un ordenador y maldecir muchas veces el evento. Sin embargo, han sido esas mismas ganas las que nos han hecho intentar superarnos día a día, buscar nuevas
ideas y exprimirnos al máximo.
Y es que el
caldo de cultivo "cocinado" por Ross y Nico hace más de cuatro años ha dado un resultado del que estoy totalmente orgullosa.
Su empeño en construir una cita de referencia para una de sus
aficiones, me han llevado a soñar (literalmente también) con un evento a la altura. Su energía y empuje me arrastraron a sumarme al carro para conseguirlo. Y todo junto ha concebido algo que considero muy grande. Seguramente esa es la
mayor lección que me llevo de este duro año de trabajo.
Por
supuesto, nos
queda mucho por mejorar, aprender y valorar. Y justo eso
es lo que da fuerzas para avanzar. Porque pese
a las trabas administrativas, la falta de sueño, los moratones por cargar caballetes,
tableros y sillas, y los nervios y discusiones, el balance ha sido positivo y
enriquecedor. Nos vemos en FW'18.