No creo que sea la persona más moderna del mundo -para ello
tendría que ser hipster, vegana y no sé cuántas cosas más- pero confío
plenamente en los derechos y libertades de cada persona e intento que
siempre vaya eso por delante antes que mi opinión o perspectiva de la
vida.
Pero a veces es taaaan difícil cumplir con esta ética de vida. Sobre todo, cuando ves que lo que se supone que está más que asentado en la sociedad, no es más que una ilusión óptica. Conceptos o actitudes que deberían estar extinguidas son todavía una realidad muy presente y no precisamente en aquellos adultos de 50 años para arriba donde por desgracia pocos cambios habrá, sino también en jóvenes de 15, 20 o 30 años que son el futuro de esta sociedad. Y eso es lo que me duele.
Me duele, y mucho, que todavía tenga que ver que
los celos son un arma de coacción en adolescentes, que las mujeres
sigamos igual de sometidas por modas, dietas o todavía, hombres y sobre
todo, me duele que la libertad de la que tanto alardeamos en un mundo
moderno y abierto sea solo una máscara para seguir consolidando viejas
tradiciones. Pero no solo que suceda sino que haya una parte de la
sociedad que lo permita y hasta lo fomente. Y no hablo de hombres o
mujeres aislados sino de esos que van en el metro cada día junto a
nosotros o nos saludan en el ascensor. Esos ciudadanos normales y
corrientes; mayores y pequeños; feos y guapos; españoles y árabes. Esos.
Pero a veces es taaaan difícil cumplir con esta ética de vida. Sobre todo, cuando ves que lo que se supone que está más que asentado en la sociedad, no es más que una ilusión óptica. Conceptos o actitudes que deberían estar extinguidas son todavía una realidad muy presente y no precisamente en aquellos adultos de 50 años para arriba donde por desgracia pocos cambios habrá, sino también en jóvenes de 15, 20 o 30 años que son el futuro de esta sociedad. Y eso es lo que me duele.