viernes, 30 de diciembre de 2016

2016, un año de luces y sombras


Hay años redondos, que acaban y piensas: "buf quiero otros 365 días así". Otros que nunca ves cuando van a acabar. Y otros en el que la sensación es de amor-odio, un sentimiento agridulce, momentos de sombras combinados con otros de luces de felicidad que no sabes cómo definir. Así ha sido mi 2016.

Empezó mal. Fatal. Nunca he llevado bien las pérdidas y mucho menos las de la gente luchadora, sonriente y valiente con la vida. Esa gente que sabes que le ha llegado el momento pero que te parece tan injusto que no lo quieres creer. En fin, te echamos de menos, Vicente. El año no quiso parar de llevarse gente: abuelos, abuelas, tíos de amigos... Demasiadas para un solo año y suficientes para darte cuenta que te haces mayor y eso se nota.

Pero bueno no todo fue malo. Y menos mal. El 2016 ha traído consigo también muchos momentos que se quedan en la retina. Por mencionar algunos me quedó con un árbol de bengalas en forma de tarta en el que detrás aparecían resplandecientes Aroa y Javi, las lágrimas de emoción de mi prima Cristina mientras leía, el "se va a caer el niño" mientras lo daban todo María y Raúl y las risas con las fotografías absurdas con César e Inma. Y para mi el más especial -con todos mis respetos, por supuesto- el momento en el que Nico cortaba la tarta con la espada de Gandalf y al mirar a mi alrededor veía a casi todos aquellos que más quiero. Y si seguro que a estas alturas os habéis dado cuenta que todos esos momentos pertenecen a bodas. Porque, efectivamente, ¡este ha sido el año de las bodas! Muchas pero nunca suficientes si eso consiste en ver a amigos y familiares felices y compartir grandes momentos con ellos.

Tampoco me olvido de la travesía a, literalmente el culo de España, donde no solo vi Orcos y Hobbits sino también descubrí con lo poco que se puede ser feliz y la infinita hospitalidad del ser humano. ¡Qué gran aprendizaje de Whiri!

Por supuesto mi mención especial también a todas esas buenas noticias en torno a las vidas que han traído este 2016 ¡Y las que están por venir! Porque espero que 2017 llegue muy cargado de esa felicidad para muchos que así lo desean :-)

Y acabo deseando seguir siendo el burrito sabanero que cada año recorre el camino de los días con aquellos que, aunque no siempre les vea, están ahí. Gracias a todos. Nos vemos en un 2017 que promete ;)





viernes, 23 de diciembre de 2016

Mi vida en un autobús

10 años en Madrid dan para muchos viajes en bus. Haciendo una media más o menos aproximada puedo decir que he estado unas 600 horas dentro de estos vehículos.

Muchas horas que dan para mucho. Dan para recuperar sueño (de eso dan fe michos como María, Cris, Alberto...), ver películas, volver a utilizar el iPod que tengo con la misma música de hace 10 años, aprovechar para ponerse al día o pensar. Darle muchas vueltas a todo tipo de temas, imcluido lo que escribo ahora mismo :)

No todos los viajes han sido placenteros ni por motivos agradables pero en cualquier caso han sido momentos para volver a mi Bilbao querido y eso siempre vale la pena.

Y quizás debo agradecer (no sé si es demasiado decir) a esas cientos de horas porque han sido claves en muchas ocasiones. Esenciales para ordenar ideas, para dar prioridad a temas que se van dejando o para añadir más locuras a la que mi mente ya genera a diario. Pero todas ellas horas conmigo que no podría haber aprovechado de otra manera. Es la única forma que encuentro de sacar partido a este tiempo y el que me queda. Así que a seguir pensando y ordenando.

viernes, 16 de diciembre de 2016

¿Y si hubiera nacido hombre?

Seguramente si mis crosomonas hubieran dado lugar un hombrecito, nunca me estaría haciendo una pregunta como la del titular. Pero decidieron ser XX por lo que mi mente da vueltas sobre un tema algo recurrente en este blog.

No tengo una bola para saber cómo hubiera sido mi vida como un hombre pero estoy segura que sería muy diferente a la actual. Ni mejor ni peor sino diferente. 

Nunca hubiera tenido que escuchar aquello de "que poco femenina eres", "vaya palabras para una dama" o "una señorita no se comporta así". Al contrario, mis verborrea impulsiva hubiera sido un arma quizás hasta chulesca para demostrar lo hombre que soy. Incluso llegaría más lejos pudiendo usarlo como virtud para ganarme a un auditorio de machos o usándolo como un arma de galanteria ante una femina. Pero soy mujer.

Podría pedir una cerveza o la cuenta en un restaurante y que el camarero me lo diera a mi, no a mi acompañante hombre. Pero soy mujer.

Nadie me hubiera preguntado por qué no me gustan los tacones o los pendientes. Directamente no los hubiera llevado y todo sería normal. Pero soy mujer.

Nadie me hubiera acusado de fresca al vestirme con ropa ajustada o enseñando un poco de carne. Nadie se hubiera parado a mirarme las tetas mientras le pregunto por una calle o no hubiera tenido que oír cosas como "que bien lo hicieron tus padres" "ven chocito" o "vaya dos par de herencias". Pero soy mujer y son gestos que deberían sonarme como un halago.

No pasaría nada si dijera que no me gusta ir de compras, que me asquea el mundo rosita impuesto y que soy capaz de tardar menos (bastante menos que un hombre) en arreglarme. Pero soy mujer y eso no está bien. 

Soy mujer y me toca vestirme como tal, comportarme así y evitar decir ciertas cuestiones porque parece que es lo que toca por convención social. Menos mal que hace mucho que decidí que el hombre que hay dentro debe salir para bien o para mal. O para demostrar que podemos -y debemos- ser más iguales de lo que nuestros cromosomas se encargan de establecer.


sábado, 3 de diciembre de 2016

El final del principio


Diciembre es el mes del final del principio. Un mes de cierres, de resúmenes y donde todos los buenos deseos para el año siguiente se formulan. Pero para mi es este mes de diciembre es mucho más. Son 31 días que siempre han sido especiales y más este año que cierro una etapa.

Seguramente para el común de los mortales nada signifique que en poco menos de ocho días deje los ventitodos para pasar a los 30. El final del principio. Un número más entre muchos pero que se me antoja como algo más que eso.

Todavía no me acostumbro a esa cifra que está al acecho y retumba en mi cabeza una y otra vez. Un número redondo que no me gusta pero que prefiero verlo como un desafío que me traerá muchas cosas buenas aprovechando la nueva década. Un cambio en el que nada cambiará, al menos, exteriormente pero donde me marco retos personales.

Sé que me costará acostumbrarme pero prefiero verlo como me dice Nico como un número más que en otros formatos de medición no es tan gradilocuente. Así será 1E en hexádecimal o 11110 en código binario. Visto así cuesta menos acostumbrarlo a este principio del fin.