En algún sitio escuche que los homenajeado deberían haber sido los aficionados y no los jugadores. Efectivamente, el fervor desde los más pequeños hasta los más ancianos era patente en las calles de Bilbao. Desde el Casco Viejo hasta la Diputación había miles de personas con camisetas, bufandas, banderas, pañuelos... cualquier símbolo por el cual se viera que apoyaban al Athletic.
El autobús del Athletic llegando a la Diputación
Por supuesto muchos eran acoplados. Hay fiesta, llega el equipo de mi tierra a una final y me hago el más ferviente seguidor. No obstante, la mayoría eramos y somos fieles seguidores y por supuesto, lo digo con conocimiento de causa: cualquier partido del Athletic en Bilbao mueve mareas humanas, Pozas se llena de aficionados y los bares sacan sus banderas para apostar por un equipo que da más penas que alegrías.
Y es que como leía hace algún tiempo en un post de otro bilbaíno afincado en Madrid, el sentimiento es tan íntimo, profundo y fuerte que no se puede explicar. Sólo hay una regla clara: si eres de Bilbao, eres del Athletic.