domingo, 26 de marzo de 2017

El café curapenas


Los cafés -o tés que a mi gustan más- son terapias que bien podrían computar como terapias psicológicas. Momentos en los se renuevan fuerzas, amistades o simplemente se desahogan ideas locas, equivocadas, inocentes o dañadas.

Será el calor o el agradable olor, el contacto físico, que en plena era del WhatsApp tanto se está perdiendo, o simplemente el poder mirarse a los ojos pero está claro que el café curapenas debería ser una actividad obligatoria más dentro de este proceso al que llamamos vivir.

A veces no hace falta más que eso para volver a retomar momentos perdidos con personas que hace tiempo que no ves. Un café que calienta por dentro y por fuera y ayuda a serenar ideas y volver a ser quiénes hace tiempo fuimos. A mirarse a los ojos y formular aquellas cuestiones que hace mucho que no se decían, a volver a saber que nada estaba muerto sino simplemente dormido o a reírse de tiempos mejores.

Pero no siempre son la fórmula adecuada. Hay veces que es necesario evitar esos cafés porque solo nos traen sentimientos, situaciones o recuerdos que deben permanecer en el cajón de sastre que es nuestra memoria. Intentar que sea lo mismo no siempre funciona ni debe hacerlo porque la vida son etapas que no siempre se tienen que repetir.

Aún así, solo probando sabremos si es el camino correcto o no. Probar es errar o acertar pero siempre es la única forma de saber si el café curapenas será efectivo; si harán falta más o simplemente es el punto y final. Porque la vida es poco más que esos ratitos en los que serenarse, relajarse y disfrutar de aquellos que decidieron estar ahí, que estuvieron y volvieron o simplemente estarán en momentos puntuales.