Esta claro que la
Navidad no es perfecta. Todos los años se repiten historias, villancicos, regalos... pero aún así reconozco que es una
época que me gusta. Lo siento, si me gusta. No por lo que significa a nivel católico sino por lo que me conlleva a nivel personal.
Por un lado, la Navidad es mi momento de
descanso y mimitos familiares. Algo de agradecer después de llevar 6 años fuera de casa viviendo a 400 kilometros y viendo a los aitas y tata una vez al mes aproximadamente. Pero también para descansar y desconectar que oye, siempre viene muy bien.
Pero no solo eso. También es un momento de
ver a aquellos que con las prisas del año no tengo tiempo de ver. Es lo que tiene ir una vez al mes a Bilbao y hacer la visita del médico que no da para más. Así que aprovecho estos días para eso.
También es momento de
recordar a aquellos que no están. Aunque no se olvidan durante el año, en mi casa siempre se pone una vela en las cenas y comidas navideñas para que los que no están entre nosotros hagan acto de presencia. Y esa tradición nos da pie para hablar sobre ellos y recordar viejas anécdotas familiares que muestran que el
recuerdo positivo es la mejor forma de mantenerlos presentes.
Con la extensa familia en todos los frentes españoles tampoco me es posible estar con todos. Pero eso nos da pie para
enviarnos fotografías y seguir con la comunicación que el resto del año se es menos fluida por el estrés cotidiano.
Además,
me gusta lo que conlleva la Navidad. Las luces, el Cortilandia, las castañas asadas, los puestitos de regalos artesanos, las felicitaciones navideñas, los buenos deseos. En definitiva, el buen rollo que genera estas fechas y debería ser algo que se extendiera durante el año.
Vale estoy de acuerdo. La
Navidad también es el
momento de repetir buenas caras, oír los mismos villancicos, ver correr a la gente por las calles en busca del regalo de última hora, la época consumista. Pero algunos de esas tradiciones me parecen geniales; las donaciones a ONGs, los mensajes con buenos deseos o las llamadas a personas con las que no hablas durante el año. Al final, está claro que la Navidad es una excusa para hacerlo pero mira mejor eso que nada.
Aún así veo
más puntos positivos que negativos a todo esto de la Navidad y creo que dependiendo cómo se lo organice cada uno puede ser un momento menos consumista y más sentimental con muchas historias repetidas pero que te hacen vivir con las ganas de que llegue la siguiente Navidad.