Ya es tradicional en este blog el post en favor de la Navidad. Y es que reconozco que es una fecha que me gusta pero me gustaría mucho más si realmente se sostuviera todo el año. Y me explico porque alguno ya está poniendo el grito en el cielo viendo Belenes y Olentzeros en abril.
La Navidad es mucho más que una fiesta religiosa con días y días de comilonas donde se dan regalos por doquier. Para muchos es la época en la que desear todo lo mejor a aquellos que con los que nunca habla el resto del año, acordarse de esos seres queridos que ya no están -o están en un asilo- o buscar en el bául de los recuerdos ese niño que llevas dentro para sacarlo con una imagen cómica. Y ese es el verdadero espirítu para de lo mi de la Navidad que debería pervivir.
¿Qué pasaríamos si hicieramos más San Queremos y menos Reyes Magos? ¿Qué pasaría si llamaramos un día cualquiera a ese amigo con el que hace tanto tiempo que no hablamos y le dijeramos todo lo que le echamos de menos? ¿Qué pasaría si nos acordaramos en mayo, junio o octubre de ese vecino que lo está pasando mal o de esa ONG que nos necesita? ¿Qué pasaría si nos riéramos más de nosotros mismos? Seguramente que este mundo sería mucho más feliz y menos egoísta e individualista.
Así que este año abogo por una Navidad todo el año. Una Navidad en la que no necesito ni un Belén ni regalos ni falsos amigos. Pero si necesito reírme como lo he hecho el resto del año, ver la ilusión de los niños y seguir compartiendo grandes momentos con aquellos que también disfruto el resto del año.
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