domingo, 12 de febrero de 2012

Las enseñanzas de los peques


Siento debilidad por los niños. Creo que cualquiera que me conozca lo sabrá pero quizás mi pasión por ellos no es sólo por lo adorables que son sino también por todo lo que me enseñan día a día. Sus reacciones, sus miradas, sus expresiones y sus salidas son parte de mi aprendizaje diario y me hacen crecer como persona.

Llevo 5 meses siendo voluntaria en un centro de día infantil de la Cruz Roja y creo que es una de las mejores decisiones de mi vida. La ayuda que presto es importante pero mucho más las enseñanzas que día a día me van dando estos renacuajos. 

Como considero que estas enseñanzas son muy valiosas para la vida de cualquiera, he decidido escribir este post para mostrar al mundo todo lo que tenemos que aprender de los más pequeños y que a menudo se nos olvida:
  • A sonreír siempre: no sé si os habéis dado cuenta pero es difícil que un niño te mire y no muestre una sonrisa -a no ser que le des miedo y provoques justo lo contrario, un llanto-. Su capacidad para esbozar una sonrisa es increíble, no importa que pase a su alrededor, pueden descongelar cualquier glaciar con su sonrisa.
  • A querer: los niños con los que convivo una vez a la semana no tienen demasiados lujos en su casa y tampoco lo quieren. Viviendo donde viven saben que un abrazo es algo muy cotizado que tienen que buscar en cualquiera. Por ello, lo primero que hacen cuando les das una muestra de cariño es corresponder con otra mucho más fuerte. Saben que el amor es algo que no se compra y lo buscan a cada segundo sin descanso y en cualquiera. Me maravilla su capacidad de amar.
  • A divertirse: a medida que pasan los años, el trabajo o la suerte en la vida nos hacen que le restemos importancia a otras cosas, entre ellas, la diversión. Hacer lo que realmente nos apetece es prácticamente una obligación siempre y cuando se respete al resto.
  • A decir las cosas: en muchas ocasiones, la excesiva sinceridad de los niños nos alarma. Sin embargo, es algo que también deberíamos aprender. No hay nada de malo en decir lo qué pensamos, siempre y cuando, respetemos a los demás.
  • A caerse y levantarse: no importa las veces que un niño se caiga porque siempre se va a levantar y va seguir jugando. Esta capacidad que muchos adultos perdemos con el paso del tiempo es un bien a cultivar.
  • A no tener miedo: parece que el miedo es algo de niños pero más allá de los fantasmas que ven en la oscuridad, los niños son bastante más valientes que muchos adultos. Son capaces de montar en bici, subir a las alturas, colgarse de una escalera y todo ello sin ver el peligro pero conscientes de que si se caen tendrán que levantarse y volver a intentarlo pero quizás de otra manera.

Por supuesto estos locos bajitos nos cansan, nos vuelven locos, nos desesperan o incluso nos enervan pero detrás de todo esto sólo hay un pequeño matiz del que nos olvidamos: nos necesitan para ser los mayores de los que queremos estar orgullosos y les necesitamos para darnos de vez en cuando cuenta de quiénes fuimos un día.

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